Llega este libro a casa con una nota de prensa* mordida entre sus páginas. En realidad es un completo dossier en el que se anuncia que Bioy, del escritor peruano Diego Trelles Paz (1977), es la novela ganadora del premio Francisco Casavella 2012. No faltan tampoco las frases laudatorias de rigor. Trelles, dicen, es Mario Vargas Llosa si éste tuviera treinta años. Por fin, exclama el dossier, aparece un heredero digno de Bolaño. Llega este libro a casa, decía, con esta guarnición y automáticamente desconfio.
Creo que a estas alturas el marketing ya no nos puede pillar por sopresa. Al revés, suele tener un efecto contrario al que se busca: un exceso de adjetivos, de alabanzas de escritores consagrados, me provoca, en general, la huida. Me sorprenden siempre las ediciones americanas porque no suele faltar en las portadas una frase impactante y entrecomillada. Me gustan las portadas que atraen por un diseño trabajado o a las que llegas por el azar. Y en general compro libros recomendados por otros lectores (amigos o profesionales). Sin embargo, con tantos libros publicados al año es difícil que una editorial deje nada a la suerte o al boca a boca. De ahí, las fajas en rojo recordando que el libro va por la decimoquinta edición. Pero al ser un escritor joven al final puede más la curiosidad y un poco, lo reconozco, la mala baba. Descubramos, desenmascaremos al heredero de Bolaño.
Y lo cierto es que Trelles se ha cargado los prejuicios con su prosa pulida y afilada, y con una trama que se va revelando a trozos y en boca de distintos personajes. Quizás es ahí donde surja tímidamente el Bolaño de ‘Los detectives salvajes’, en esas voces como fichas que al final se unen perfectamente en un puzle. Ese es un primer punto a favor: sí, la novela está bien cocinada y Trelles nos la sirve en su punto, todavía rosada, aunque deconstruida, como parece que mandan los tiempos. Se mastica con facilidad.
‘Bioy’ está dividida en cuatro partes pero casi todo gira en torno a la tortura de una mujer por un comando militar en plena lucha en Perú contra Sendero Luminoso. Hay saltos en el tiempo, de un personaje a otro. Trelles cambia de registro, pasa de la primera a la tercera persona, usa recursos cinematográficos y hasta imita la escritura de un blog. Hay violencia y poco sitio para las concesiones. Hay, inevitablemente, un juego metaliterario final. ‘Bioy’ quiere ser, ante todo, un ejercicio de estilo.
Se agradece el esfuerzo y en la mayoría de ocasiones sale airoso. Especialmente lograda me parece la segunda parte, más lineal y sencilla, más clásica: el diario de un policia infiltrado en una banda de narcos. Es donde mejor respira la novela. Quizás tanta fractura pese y se traduzca en la falta de entidad (por falta de espacio) de algunos personajes. Alguna página más creo que no hubiera sobrado.
A ese primer peso la añadiría otro: la tercera parte no acaba de cuajar porque es otra cosa completamente distinta. La novela frena y se mete en una farragosa sucesión de artículos (formato blog) en los que se habla de literatura y de sexo. Sí, están escritos por un personaje fundamental, pero son como un objeto extraño en las tripas de la novela. Y molesta. Da la impresión de que Trelles necesitaba meter algo de enjundia para darle peso a su novela policiaca. Creo que no hacía falta, creo que son unas páginas que se podían haber aprovechado para apuntalar el resto de personajes, especialmente la figura de Bioy.
Dicho esto, ‘Bioy’ es una novela conseguida, que se mantiene a flote, y Trelles un escritor que apunta maneras. Tendrá tiempo de demostrarlo. En mi caso, además de hacerme pasar un buen rato, ha conseguido que desconfíe un poco menos (sólo un poco) de las fajas de colores y de las frases entrecomilladas.
papelenblanco.com
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