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jueves, 18 de octubre de 2012

Verdades Verdaderas


Que un joven realizador elija para su ópera prima un tema anclado en el contexto de la última dictadura militar en Argentina; adopte el poco frecuente formato biográfico (biopic) y además situado sobre el eje de un personaje no fallecido, crea una serie de prejuicios respecto de la forma de abordaje. Porque acecha siempre el riesgo de caer en defectos frecuentes del cine nacional reciente, como el acartonamiento y la manipulación. Algo que afortunadamente no ocurre en la asombrosa película de Nicolas Gil Lavedra, quien con sutileza poco frecuente y madurez supera el riesgo de trabajar con una historia dolorosa y delicada.

“Verdades verdaderas...” reconstruye la vida de Estela de Carlotto, desde que era una simple ama de casa, madre y docente en la ciudad de La Plata hasta convertirse en presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo.
Lo hace apelando a una narración clásica, que no enfatiza el costado épico del relato, sino que busca contar una trayectoria paradigmática a partir de los momentos íntimos de una familia de clase media; en particular, de quien en los años setenta era una mujer para nada comprometida con el explosivo clima político de la época, hasta que sufre el secuestro de su hija Laura, de quien se entera que estaba embarazada y dio a luz en cautiverio.

El mérito de la película es alcanzar un tono propio desde lo técnico y artistico, distinguiéndose así del abundante corpus de películas sobre temas semejantes. Para esto cuenta con una sólida narración que va y viene en el tiempo (de los setenta al 2009), con un excelente trabajo de ambientación y maquillaje, para la reconstrucción de época. La dirección cuida en lo posible que lo que ya se mostró sobre el tema, el espectador no lo tenga que volver a ver, resignificando las cosas sin repetir, buscando originalidad en la manera de contar, lo que hace de modo clásico, con necesarios quiebres de la linealidad por los saltos temporales que le dan ritmo a la crónica de una tragedia familiar y de cientos de familias argentinas de esa época.

El tono de la película es emotivo y dramático, sustentado en un guión equilibrado para seguir tanto los largos momentos de calvario y lucha, como los fugaces momentos de felicidad hogareña y las pequeñas alegrías que fortalecen el alma para seguir adelante.


 Un dignísimo homenaje desde el buen cine y que (a su vez) permite a Susú Pecoraro demostrar que es una de las mejores actrices de su generación.


Párrafo aparte para las estupendas actuaciones, donde Susú Pecoraro inmejorablemente le pone el cuerpo y el corazón al personaje de Estela, acompañada por un elenco memorable de grandes actores, donde se destaca Alejandro Awada, conmovedor en el rol del marido, y la sólida Inés Efron, como Laura, la hija.

Enfocar la historia de Estela de Carlotto básicamente como una historia de amor y esperanza es uno de los mayores méritos de la película, que trabaja en una cuerda sensible pero sin excederse en sentimentalismos. Contenida y moderada, puede achacársele cierta falta de ritmo o lo extemporáneo de los inserts finales, donde aparecen personas reales y no personajes, rompiendo la cohesión cinematográfica del resto. 

Pero más allá de lo que pueda opinarse respecto de estas decisiones narrativas o su poco afortunado título de rima casi infantil, sobran motivos para elogiar esta historia que busca momentos formales muy logrados, acordes con su guion que evoluciona como su protagonista, desde la tragedia personal a la lucha colectiva en un conflicto que va de lo particular hacia lo universal, dejando un emotivo homenaje a las mujeres que se hicieron heroínas sin pretenderlo.

FILMAFFINITY

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