Vidarrabal es un documental sobre la vida y la obra del dramaturgo, ensayista y director español Fernando Arrabal que se acaba de estrenar en París, su ciudad de residencia desde que se exilió en 1955.
Dirigido por Xavier Pasturel Barron, Vidarrabal es un viaje cinematográfico por algunos de los momentos y lugares clave para entender a este autor inclasificable como pocos. Así, se recuerda en el documental desde su nacimiento en Melilla, en el año 1932, hasta la desaparición de su padre, un militar no golpista que oficialmente logró fugarse durante la Guerra Civil, pero que él no volvió a ver nunca más. Una especie de contestatario para la época, más artísticamente que políticamente, lo define Arrabal en el documental junto a la prisión en la que este militar de carrera fiel a la República, represaliado y detenido por ello, vivió "algunas semanas", como cuenta el propio Arrabal.
Vidarrabal incluye entrevistas con artistas, directores, intelectuales, amigos y familiares del fundador del Movimiento Pánico, entre los que se encuentra su esposa y madre de sus dos hijos, Luce Moreau, profesora de universidad. Además, la cinta muestra algunos de sus cuadros, fragmentos de películas y de montajes teatrales, a veces comentados por el autor.
El documental recorre otros episodios íntimos de la vida del artista, como sus visitas al cementerio; sus luchas diversas contra todo autoritarismo político, pero también artístico, intelectual o espiritual, o la particular relación que Arrabal dice mantener con la Virgen María, fundamento de la solidez espiritual de su existencia, según cuenta él mismo.
Fuente: Estandarte.
miércoles, 22 de febrero de 2012
viernes, 17 de febrero de 2012
El montaplatos
El 17 de marzo de 1966 el grupo “Nuevo teatro experimental” estrenó en el Ateneo madrileño dos piezas cortas de Harold Pinter: El amante y El montaplatos. Daniel Böhr fue el director del doble montaje que, en mayo de ese mismo año, se exhibió comercialmente en el teatro Infanta Beatriz con el paraguas del Teatro Nacional de Cámara y Ensayo. Cuarenta y seis años después Andrés Lima dirige la segunda de las piezas – El montaplatos- en las Naves del Español.
No tengo ninguna afición por el teatro de Pinter. Especialmente por Regreso al hogar, una obra que aborrezco. Así que mi interés para ir al Matadero era ver cómo Lima pone en pie uno de los textos menos representados en España de este premio Nobel. Por cierto que, hace tres meses, Tamzin Townsend lo dirigió en LaGrada.
Dos hombres –dos sicarios- esperan encerrados en un sótano asfixiante una llamada que anunciará un nuevo asesinato. En la tensa espera ambos dan rienda suelta a sus nervios con una serie de situaciones absurdas, patéticas y hasta humorísticas. Llega la llamada y aparece la víctima. Hasta aquí se puede contar.
Lima ha conseguido realizar un brillante ejercicio teatral que comienza en el momento que los espectadores ocupan el enorme hueco negro donde se va a desarrollar la representación. El público es un ente fantasmagórico que acecha en la sombra a los dos asesinos. Entre las dos gradas, un par de camastros, dos puertas y el montaplatos del título. Y dos actores: Alberto San Juan y Guillermo Toledo. Ambos en estado de gracia interpretativa. Lo suyo es pura coreografía.
Tras un preámbulo estático, los personajes se van acelerando en un ejercicio que desemboca en el frenesí cuando el montaplatos entra en acción. Transitan entre la camaradería, la mezquindad, la desconfianza, la duda… Pero no entre el arrepentimiento. Solamente Gus, el más extrovertido de los dos, muestra algún signo de remordimiento por lo que hacen.
San Juan y Toledo están constantemente lanzándose a la yugular. Y cuando se relajan es para preparar el siguiente asalto. Un trabajo extenuante que mantiene clavado en la butaca al espectador.
Teatro absurdo, teatro esperpéntico, disparatado que nos remite a Beckett e, incluso, a Arrabal, nacido dos años más tarde que Pinter. Resumiendo: a pesar de Pinter, el espectáculo me resultó sumamente interesante.
viernes, 10 de febrero de 2012
Caricias jazzísticas
El pasado sábado 4 de febrero la Asoc. Cultural Luciérnaga vivió una intensa jornada al celebrar una Asamblea, salir de Tapas y terminar con los “Golden Jazz Quartet”.
Comenzamos sobre las 18:00h cuando nos reunimos cerca de 20 personas, en la Fundación José María de Jaime, a la cual agradecemos desde aquí su hospitalidad, para conversar sobre la programación de las próximas Jornadas Literarias, sobre nuestras maltrechas cuentas, el camino seguir como asociación y el que venimos trayendo y sobre iniciativas culturales para el Campo de Montiel.
Nos acompañó Federico Sánchez, con el que estuvimos departiendo y conociendo de primera mano, la idea de solicitar la declaración del Campo de Montiel como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO y el “proceso de maduración colectiva y de debate” en el que actualmente se encuentra su propuesta.
Desde la Asociación queremos manifestar nuestro apoyo y cooperación con este tipo de propuestas integradoras, dinamizadoras y posibilistas, surgidas desde la “sociedad civil campomontieleña” que tratan de situar su Patrimonio Cultural a la altura del lugar que se merece, en un escenario cada vez más globalizado.
Un pequeño e intenso recorrido por la Feria de la Tapa, aderezado con vinos de la Tierra, nos permitió coger fuerzas para la excelente velada de jazz que se organizó sobre las 23.30h, cuando los chicos de la “Golden Jazz Quartet” subieron al escenario del Infantes Manía.
El numeroso público aguardaba apostado en la barra, o en los sillones, conversando hasta que la banda fue desgranando sus acordes y la exquisita voz de Lola Dorado se deslizó por la sala, conquistándonos y transportándonos a otro tiempo y lugar. Antológica fue su interpretación en “Eu sei que voite amar” o “My funny Valentine”.
La maestría del genio local Lorenzo Moya consiguió inundar, con una portentosa actuación al teclado, una memorable y cálida velada, a pesar de las temperaturas bajo cero en el exterior. En temas como “Lullaby of birdland” o “Chega de saudade” se mostró como un artista imponente y versátil y que no parece querer dejar de crecer.
Las elegantes notas salidas del contrabajo de Antonio G. Calero y de la batería de Joaquín González, hicieron temblar la noche, cuando algunos ya no podíamos parar de movernos. Sonaron esa noche ritmos latinos y fusión con la música de Brasil y un repertorio de jazz vocal, con versiones de los clásicos, que no dejaron indiferentes a un agradecido público que aplaudía, mientras la Asoc. Cultural Luciérnaga hacía entrega de una rosa a Lola Dorado agradeciendo su derroche vocal y sus deliciosas caricias…
Sólo decir que la nueva campaña de socios 2012 de Luciérnaga, comienza este mes de febrero y os animamos a tod@s a participar.
Por último, queremos agradecer a Infantes Manía, a la Floristería El Valle, al Ayto. de Vva. de los Infantes y en definitiva to@s los que de alguna forma venimos participando o colaborando con la organización de estos eventos culturales.
Un “luciérnago” y cordial saludo,
La Junta Directiva
Asoc. Cultural Luciérnaga
Comenzamos sobre las 18:00h cuando nos reunimos cerca de 20 personas, en la Fundación José María de Jaime, a la cual agradecemos desde aquí su hospitalidad, para conversar sobre la programación de las próximas Jornadas Literarias, sobre nuestras maltrechas cuentas, el camino seguir como asociación y el que venimos trayendo y sobre iniciativas culturales para el Campo de Montiel.
Nos acompañó Federico Sánchez, con el que estuvimos departiendo y conociendo de primera mano, la idea de solicitar la declaración del Campo de Montiel como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO y el “proceso de maduración colectiva y de debate” en el que actualmente se encuentra su propuesta.
Desde la Asociación queremos manifestar nuestro apoyo y cooperación con este tipo de propuestas integradoras, dinamizadoras y posibilistas, surgidas desde la “sociedad civil campomontieleña” que tratan de situar su Patrimonio Cultural a la altura del lugar que se merece, en un escenario cada vez más globalizado.
Un pequeño e intenso recorrido por la Feria de la Tapa, aderezado con vinos de la Tierra, nos permitió coger fuerzas para la excelente velada de jazz que se organizó sobre las 23.30h, cuando los chicos de la “Golden Jazz Quartet” subieron al escenario del Infantes Manía.
El numeroso público aguardaba apostado en la barra, o en los sillones, conversando hasta que la banda fue desgranando sus acordes y la exquisita voz de Lola Dorado se deslizó por la sala, conquistándonos y transportándonos a otro tiempo y lugar. Antológica fue su interpretación en “Eu sei que voite amar” o “My funny Valentine”.
La maestría del genio local Lorenzo Moya consiguió inundar, con una portentosa actuación al teclado, una memorable y cálida velada, a pesar de las temperaturas bajo cero en el exterior. En temas como “Lullaby of birdland” o “Chega de saudade” se mostró como un artista imponente y versátil y que no parece querer dejar de crecer.
Las elegantes notas salidas del contrabajo de Antonio G. Calero y de la batería de Joaquín González, hicieron temblar la noche, cuando algunos ya no podíamos parar de movernos. Sonaron esa noche ritmos latinos y fusión con la música de Brasil y un repertorio de jazz vocal, con versiones de los clásicos, que no dejaron indiferentes a un agradecido público que aplaudía, mientras la Asoc. Cultural Luciérnaga hacía entrega de una rosa a Lola Dorado agradeciendo su derroche vocal y sus deliciosas caricias…
Sólo decir que la nueva campaña de socios 2012 de Luciérnaga, comienza este mes de febrero y os animamos a tod@s a participar.
Por último, queremos agradecer a Infantes Manía, a la Floristería El Valle, al Ayto. de Vva. de los Infantes y en definitiva to@s los que de alguna forma venimos participando o colaborando con la organización de estos eventos culturales.
Un “luciérnago” y cordial saludo,
La Junta Directiva
Asoc. Cultural Luciérnaga
jueves, 9 de febrero de 2012
Pigmeo
A Chuck Palahniuk siempre le fue la marcha. Detrás de esa pinta de daddy que se castiga duro y parejo en el gimnasio para ligar a la salida de clase con madres divorciadas hambrientas de macho cabrío se esconde una de las plumas más subversivas, transgresoras y políticamente incorrectas de la última generación de novelistas rebeldes nacidos en los Estados Unidos. Normal: el cerebro que en su día inauguró su lista de obras de ficción con El club de la lucha y que, en estos últimos quince años, nos dejara títulos de la talla de Asfixia, Diario: una novela o la reciente Snuff es hoy un mito exótico entre la post-generación x, el renacimiento de la literatura bohemia, la nueva (si es que es posible) contracultura y el lenguaje directo, satírico, iconoclasta, cuasi violento e hiriente. Eso es lo que se dedica a hacer en Pigmeo desde el minuto uno: hurgar en la herida.
Perforar la memoria colectiva utilizando una familia americana tipo como centro de acogida de unos estudiantes de intercambio de algún país desconocido que se disponen, cual robots programados y educados para matar como si se le fuera la vida en ello, a planificar un atentado terrorista desde su más tierna infancia hacia buena parte de uno de esos estados que promulgan el sueño americano. ¿El sueño americano? ¡Boom!
Probablemente Palahniuk sea uno de esos que sueña perversiones y las verbaliza en estilo directo, casi sin pensar en las consecuencias. Dichas consecuencias llevan transformándose en un serial de detractores que catapultan su obra, siempre rondando temáticas de una sociología cuasi antropológica que analiza y enmarca al ser humano dentro de los estratos más bajos, heridos y magullados de la raza. Esa misma sátira retorcida, calenturrienta y macabra es la que lo ubica dentro de una familia típicamente americana: haciendo de Los Simpson, South Park y Padre de familia (tres de las series satírico-sociales sobre la idiosincrasia americana más relevantes en el mundo joven) un trabajo anatómico diminuto si lo comparamos con las descripciones crudas y hasta humillantes que Palahniuk se dedica a hacer en Pigmeo.
En realidad, “pigmeo” es el sobrenombre que el hijo de esa familia-tipo le da al Agente 67 (o el “agente-yo”, como se autodenomina de forma mecánica), uno de los adolescentes-cabecilla que se instala en dicho hogar, que desea a la hermana (“hermana-gata”, en este caso) y que odia con su más supremo deseo todo lo que América representa, pero de una forma metódica de mecánica-industrial que es, a su vez, también una crítica a este grupo de adolescentes sectarios. Palahniuk despliega todo su (sic) arsenal de bataholas y malarias, poniendo al servicio del lector un alarde simbólico perfectamente traducido, una vez más, por un Javier Calvo que es casi como el Joan Pera de Woody Allen (el doblador español del cineasta): alguien que identifica los gags, el simbolismo y el terrorismo verbal del novelista americano y transforma dicho verbo en carne desangrada.
En este caso, la intervención de borrones, de traducciones de esos pseudónimos mecánicos propinados por el propio pigmeo y una colección extrema de violaciones (en todos sus sentidos) y avances ante el miedo, la redención y la xenofobia en términos generales como arma de doble filo y guerra tanto verbal como político-social. Bonita manera de ser un antisocial.
Alan Queipo
Perforar la memoria colectiva utilizando una familia americana tipo como centro de acogida de unos estudiantes de intercambio de algún país desconocido que se disponen, cual robots programados y educados para matar como si se le fuera la vida en ello, a planificar un atentado terrorista desde su más tierna infancia hacia buena parte de uno de esos estados que promulgan el sueño americano. ¿El sueño americano? ¡Boom!
Probablemente Palahniuk sea uno de esos que sueña perversiones y las verbaliza en estilo directo, casi sin pensar en las consecuencias. Dichas consecuencias llevan transformándose en un serial de detractores que catapultan su obra, siempre rondando temáticas de una sociología cuasi antropológica que analiza y enmarca al ser humano dentro de los estratos más bajos, heridos y magullados de la raza. Esa misma sátira retorcida, calenturrienta y macabra es la que lo ubica dentro de una familia típicamente americana: haciendo de Los Simpson, South Park y Padre de familia (tres de las series satírico-sociales sobre la idiosincrasia americana más relevantes en el mundo joven) un trabajo anatómico diminuto si lo comparamos con las descripciones crudas y hasta humillantes que Palahniuk se dedica a hacer en Pigmeo.
En realidad, “pigmeo” es el sobrenombre que el hijo de esa familia-tipo le da al Agente 67 (o el “agente-yo”, como se autodenomina de forma mecánica), uno de los adolescentes-cabecilla que se instala en dicho hogar, que desea a la hermana (“hermana-gata”, en este caso) y que odia con su más supremo deseo todo lo que América representa, pero de una forma metódica de mecánica-industrial que es, a su vez, también una crítica a este grupo de adolescentes sectarios. Palahniuk despliega todo su (sic) arsenal de bataholas y malarias, poniendo al servicio del lector un alarde simbólico perfectamente traducido, una vez más, por un Javier Calvo que es casi como el Joan Pera de Woody Allen (el doblador español del cineasta): alguien que identifica los gags, el simbolismo y el terrorismo verbal del novelista americano y transforma dicho verbo en carne desangrada.
En este caso, la intervención de borrones, de traducciones de esos pseudónimos mecánicos propinados por el propio pigmeo y una colección extrema de violaciones (en todos sus sentidos) y avances ante el miedo, la redención y la xenofobia en términos generales como arma de doble filo y guerra tanto verbal como político-social. Bonita manera de ser un antisocial.
Alan Queipo
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