Fotografía: Pepe Buitrago |
El pasado sábado por la noche, tuvimos el placer de asistir a dos horas de arte hecho música, versos y humor. No era un concierto normal, todo olía diferente desde el primer momento, los comentarios en la calle, el numerosísimo público que aguardaba para entrar, hasta la ovación cuando el maestro salió al escenario, y es que Javier Krahe, no sólo es un músico. El sábado también era un símbolo de la libertad de expresión y eso se notó en los aplausos que tanto avergonzaron al cantante antes de iniciar el concierto.
Habíamos tenido que cambiar el lugar del concierto el día de antes, por los motivos de sobra sabidos, pero al sentir la cálida bienvenida que tuvo Javier y su grupo y los miembros de la Asociación Luciérnaga en Villanueva de los Infantes, nos dimos cuenta que daba igual lo que había pasado, esos ciudadanos daban las respuestas que queríamos oír, el público estaba allí deseoso de escucharle.
La introducción de José María Lozano, retratando la inabarcable personalidad de Krahe y emparentándola con las figuras del Quijote y de Quevedo, arrancó los aplausos del público en varias ocasiones. Especialmente, cuando solicitó para Krahe la concesión del Premio Cervantes de Literatura “como mejor rimador del reino”.
Comenzó la actuación, cantando a Piero de la Francesca y continuó con la divertida y genial “Ay democracia”. El concierto siguió con un repaso a alguno de sus éxitos como “La Kriptonita” y “Las Antípodas”, precedidas como en él es habitual con monólogos que arrancaron las risas del público.
El concierto transcurrió entre clásicos y monólogos, como diría él, “querencias y extravíos” entre los que destacó “La costa suiza” y “Eros y la civilización”, que hicieron reír y pensar a partes iguales. Durante casi dos horas hizo un repaso a su extensa carrera y a su último gran disco “Toser y Cantar”. Él siempre dice que sus canciones son cosas que se le ocurren y que no tienen nada que ver con la realidad, si bien es cierto que “Dos de Mayo” es un tema hiperpersonal e incluso lo destaca en la desternillante introducción. Al acabar el concierto el público solicitó un bis, que se convirtió en dos canciones, “una larga y otra corta”, con lo que se terminó el concierto con una gran sonrisa entre los asistentes y el sentir general de haber participado en algo grande.
Javier Krahe nos ha demostrado una vez más que el talento no está reñido con la sonrisa y que junto a su habitual y magnífica banda, y en medio de más de 300 personas, puedes sentirte como en el salón de tu casa y ver que cantan para tí. Un concierto muy especial que tardaremos en olvidar.