La importancia de publicar ensayos que pongan en entredicho nuestra visión de la realidad es mayúscula; si, además, tenemos la suerte de que la obra en cuestión analice y critique elementos que damos por inamovibles, aún mayor. En SociofobiaCésar Rendueles nos brinda una visión desmitificadora de lo que ha supuesto la revolución tecnológica de los últimos años en lo concerniente a progreso social y, sobre todo, establecimiento de vínculos. Esta carencia (o destrucción) de valores que se ha dado con el capitalismo o el neoliberalismo, y que se sigue apuntalando con lo que el autor denomina ciberfetichismo, nos conduce a un estado de apatía que se puede nombrar con el título del ensayo. La sociofobia no sería más que la consecuencia de un consumismo feroz que nos ha conducido hasta un punto de pérdida de referentes sociales, de ausencia de lazos coherentes que nos comprometan con el entorno, de expectativas políticas que vayan más allá de la mera pose, la asistencia ocasional a alguna manifestación o el refrendo de una convocatoria a base de “Me gusta” de Facebook.
La tesis de partida es que la tecnología, lejos de ayudarnos a romper con las dinámicas de aislamiento (social e individual) que el neoliberalismo viene sutilmente imponiendo desde hace décadas, nos convierte en seres más autárquicos y, casi por definición, indefensos.
No nos sentimos interpelados por el doble fracaso del hipercapitalismo y el tercer mundo porque nuestras sociedades se piensan a sí mismas como un entorno reticular al mismo tiempo sutil y denso, con vínculos sociales cuya fragilidad queda compensada por su abundancia. Internet habría hecho realidad así la utopía sociológica del comunismo: un delicado equilibrio de libertad individual y calidez comunitaria, o al menos el sucedáneo que nos puedan proporcionar Facebook y Google+.
Clarificado este punto, Rendueles divide su ensayo en dos partes en las que analiza los tópicos en los que ha incurrido ese ciberutopismo, en primer lugar, y los errores/dejaciones que las propuestas anticapitalistas han cometido en su abordaje del siglo XXI, en segundo.
La primera parte analiza cuestiones tan controvertidas (y cargadas de demagogia) como el copyright, el trabajo colaborativo en internet y los bienes comunes. El autor estudia la aparición de propuestas alternativas, tales como las iniciativas copyleft, o los movimientos a favor del software libre, para conectarlos y relacionarlos con la actividad comunitaria entendida en un sentido social. Uno de los aspectos más interesantes de este apartado es el referente a las distinciones que se establecen entre altruismo y cooperativismo: aunque pueda parecer que la colaboración en Internet es desinteresada, los lazos que se establecen carecen de cohesión al estar basados en un impulso hedonista (la satisfacción propia al contribuir a algo), amén de estar depauperados por un entorno mercantil que se aprovecha de la “buena voluntad” de los voluntarios (que crean un escenario que reproduce intereses capitalistas; por ejemplo, subtitulando series que se comercializan en los canales mainstream…).
Lo interesante no es tanto que de hecho no haya compromisos normativos fuertes en Internet, como que parece que hay buenas razones para pensar que no puede haberlos de forma sistemática. [...] El coste a pagar por la combinación de independencia y cooperación características de Internet es que no puede ser un polo de autogobierno en sentido fuerte.
Así, no queda más que afirmar que «Internet es la utopía postpolítica por antonomasia» y que está fundamentada en «la fantasía de que hemos dejado atrás los grandes conflictos del siglo XX». La cantidad de ingente de información a la que nos exponemos, en lugar de desarrollar el impulso de actuar (de forma pública y social, es decir: política), nos satura con opiniones que sólo nos llevan al aplazamiento de nuestra implicación en la vida que nos rodea. Y el colofón final del autor es contundente:
El ciberfetichismo y la sociofobia son las fases terminales de una profunda degeneración en la forma de entender la sociabilidad que afecta decisivamente a nuestra comprensión de la política. Creemos que podemos satisfacer nuestra necesidad natural de contar con otras personas, no sólo para sobrevivir sino en la configuración de nuestra identidad, mediante relaciones granulares y limitadas. [...] El precio a pagar es la destrucción de cualquier proyecto que requiera una noción fuerte de compromiso.
No lo duden: Sociofobia es un ensayo imprescindible por muchos motivos; pero, sobre todo, porque su lectura nos abre la mente a un universo de posibilidades que, por desgracia, las nuevas tecnologías nos hurtan. Háganse con él ya.